La pandemia y el factor “X” en la educación. Agregando letras al “learning”
El mundo ha transitado tortuosas discusiones tratando de determinar qué hacer con el modelo prusiano educativo que llevamos en la mochila de la educación. Con sus adecuaciones y actualizaciones, desde la Revolución Industrial e ingentes esfuerzos a lo largo de estos años, sigue siendo un modelo muy problemático.
Tomando palabras de Sir Ken Robinson, decía que “la escuela mata la creatividad”, esta afirmación no es una conclusión mágica y me atrevo a decir que ni siquiera del genio educativo de Robinson, sino es que el propio modelo fue concebido para ello, allá con Federico II y antes, los ejércitos necesitaban orden, mimetismo, y un molde igual para cada soldado, es por ello que fue el modelo ideal para la Revolución Industrial, donde se necesitaba mano de obra experta y quienes manejaran los números del dinero.
Llegada la llamada Era Digital, la educación se vio en problemas, instrumentos y herramientas para las que el modelo no estaba preparado a recibir. En estas líes nos encontramos, aunque parezca difícil de creer, hasta el día de hoy. Es como un juego de encastre, el círculo no va con el triángulo, podemos limarlo, golpearlo, tratar de redondear el triángulo, pero no va a encajar bien. El desafío es cambiar el modelo, no tratar de hacer encajar la virtualidad a este, pero parece que esto no terminamos de entenderlo.
Flip classroom, escuela abierta, multiniveles, y la lista podría completar varias páginas. Hemos ensayado cada idea y modelo disruptivo que hemos descubierto o ha llegado, muchos son válidos, otros meros experimentos con buenos resultados en entornos específicos, pero dejan de ser eficientes al masificarlos.
En los 90’s comenzamos a hablar de e-learning, en el 2000 ya hablábamos de m-commerce (comercio electrónico móvil) y por añadidura comenzamos a explorar lo que hoy se conoce como “micro learning”, la formación a través de dispositivos móviles, un modelo que seguimos ensayando con cierto éxito de la mano de la pérdida de atención y dispersión de los educandos, (en 10 años pasamos de planificaciones de actividades de 40 minutos a 20 minutos)
Hoy la brecha entre lo que se enseña en las aulas y el mundo real, sigue siendo importante, ya no sólo por la idea de conocimiento útil o no, sino por errores y conceptos perimidos, a veces en décadas. La ciencia avanza a pasos gigantescos, los libros deben reescribirse un año si y el otro también, pero el desfasaje entre lo que transmito y la “verdad” a veces fútil pero vigente, no puede ser tan grande.
Y en este contexto y campo fértil de experimentos y modelos, discusiones y fanatismos que nacen a diario entre los especialistas en educación, la tecnología como instrumento sigue siendo un enigma. Es la panacea en las aulas o un mero vehículo para nuevos modelos educativos, mejora per se o no el nivel académico, pregunta que hace por lo menos 30 años se sabe que no, pero muchos se lo siguen preguntando.
La digitalización del conocimiento puso al descubierto la utilidad de la tecnología, pero también las carencias de los sistemas educativos para hacer frente a un cambio de paradigma que debió suceder hace mucho pero que las tímidas incursiones, estaban demorando más de lo necesario.
Nuestra educación sufrió una notable transformación durante la pandemia en curso. Niños y jóvenes modificaron la dinámica de las clases, pero fue más profundos por que se cambiaron conductas, se incorporaron trastornos y complejos, hasta inventamos el síndrome de Zoom. Por un lado abrimos un amplio espectro de experiencia digitales acercando el mundo a los alumnos, y por otro les obligamos a sumergirse en paradigmas no resueltos, problemas no detectados y otros ignorados o desconocidos.
El teletrabajo que en los 90’s más de uno de nosotros repetíamos lo beneficioso que era y las ventajas del mismo, resultó en esta pandemia, no ser la maravilla que pensábamos. Indicadores de empleados en teletrabajo siendo más productivos que presenciales, son conclusiones de mediados del 2000, que se dieron contra la realidad y los números no fueron felices.
Los gigantes de la tecnología, padres del teletrabajo, están obligando a regresar a las oficinas a sus empleados, algunos con argumentos tan fuertes como que el teletrabajo les hizo perder cultura corporativa, y que la toma de decisiones les había demostrado que debía hacerse de manera presencial viéndose las caras entre los mandos medios o superiores.
Y en medio de todo esto, un buen día despertamos y todo el mundo hablaba de x-Learning.
El x-Learning es aquel aprendizaje basado en experiencias (de allí la “x”) de los educandos a través de dispositivos electrónicos, y no se restringe a computadoras y celulares, sino también consolas de videojuegos, y dispositivos inteligentes en el hogar.
Nos encontramos de nuevo en el dilema de siempre, no se trata de los dispositivos, sino precisamente de esas “experiencia”, donde la habilidad de los docentes y el sistema educativo en su conjunto debe reflexionar sobre la experiencia de aprendizaje.
El x-Learning basa su justificación en que “se aprende mejor haciendo”, y es entonces donde tienen cabida cosas como la Realidad Virtual, la Realidad Aumentada, la Gamificación, etc.
Pero como suele suceder en cada oportunidad que inventamos términos nuevos, aún nadie sabe bien definir el x-Learning, pero todos creer saber de qué se trata. Y como es políticamente correcto mencionarlo, se habla muy ligeramente del tema tratando de expresar inteligencia cuando en realidad hay dudas y por qué no, cierto grado de ignorancia. Nos cuesta sincerarnos respecto a nuevas ideas educativas, nuevos desafíos que son experimentales, o terminología que somos conscientes que aún nadie domina.
Mientras el e-Learning, es utilizado para describir casi cualquier proceso educativo digital, no nos está sirviendo para describir la experiencia de formación virtual en esos entornos interactivos, donde el modelo da cabida a una experiencia integradora de relaciones humanas de las cuales se aprende. Es como reunirse con amigos 6 meses en un café y al final terminar aprendiendo de carpintería, tejido o física cuántica.
Esto es posible cuando la mentada interacción es promovida y hasta exigida, para que los educandos vivan el aprendizaje, conozcan empíricamente, pero a su vez cuestionen, y construyan su conocimiento a partir de experiencia dinámicas.
Estas experiencias resultan tan ricas que incluso los docentes aprenden, crecen como instructores, pedagogos y la retroalimentación proyecta mejoras en las siguientes interacciones y por ende las siguientes experiencias. Las experiencias son únicas, y se moldean cada vez en cada grupo, cada aula virtual. Englobando el mismo conocimiento, alumnos y docentes son irrepetibles en ese binomio de experiencias.
Nada mejor que pensar en mundos virtuales, realidad aumentada o realidad virtual para darle vida al x-Learning.
Demos un último paso, el e-Learning es el acople perfecto de otro término en boga, la Realidad Extendida, del inglés extended reality, o simplemente “XR”, es un término que se entiende o aúna en una idea, a la realidad virtual, la realidad aumentada y la mixta. Y aquí viene lo interesante, también comprende conceptos como el vídeo 360, la Inteligencia Artificial, el 5G y hasta los wearables.
¿Nos imaginamos todo esto en una sola aula de aprendizaje?, hoy es posible, pero qué tan lejos estamos de un escenario realista donde el x-Learning pueda lograr todo su potencial.
De esta pandemia saldremos con nota regular en materia del e-Learning, las cosas no fluyeron como esperábamos, como predijimos, como repetimos en tantos escenarios durante décadas, pero tampoco salimos mal calificados, simplemente nos ha faltado racional, nos ha faltado sincerarnos, para anunciar los hitos en las dimensiones correctas y valorar los logros como realmente son.
Hasta los países del “Digital 9”, los nueve países más digitalizados del mundo, tuvieron dificultades.
El futuro de la educación es promisorio de la mano de las herramientas digitales, el x-Learning es un nuevo desafío, confiamos que en esta oportunidad podamos advertir el futuro de mejor manera, desprovistos de los blufs de marketing, del discurso comercial de ideas y que sepamos dimensionar correctamente un nuevo paradigma pedagógico que nos interroga y nos invita al desafío. Sepamos estar a la altura, porque de eso dependen las futuras generaciones.